Cuando
hacemos referencia a las culturas Griega y Olmeca en un sentido artístico ha
sido como una especie de antesala para el desarrollo mismo de la historia del
arte y más aún en una de las características principales que comparten estas
dos culturas, pues su orientación y “gusto”
si podemos decirlo por la representación de la figura humana y su también
semejanza con la representación de sus respectivas divinidades configuran todo
un cumulo de sentidos, de significados de simbologías, los cuales además de
servir de puntos de referencia sobre cualidades o mensajes específicos, su conjugación
histórica permite la construcción posterior de una idea de identidad específica
de cada cultura en su tiempo y espacio respectivo.
Es así
como hoy en día a través de las evidencias artísticas encontradas se puede
tener una idea más o menos precisa de las características sobre las que se
edificaban estas culturas. La escultura, la pintura, la arquitectura, la
escritura como pruebas previdentes de voces, sentimientos, creencias, temores,
angustias, perpetuación y eternidad. Legados indispensables para el
encadenamiento evolutivo de la historia en todos sus contextos, como eslabones
que se relacionan y fortalecen los cimientos de nuestra historia misma que
tiende a representarse de forma cíclica también a través del arte.
En
este sentido es como a través de un recorrido por la historia del arte podemos
evidenciar desde sus inicios esa preocupación por el hombre de representar,
crear, reproducir la naturaleza misma y dentro de ella al hombre mismo, la
capacidad creativa de auto representarse en armonía con la naturaleza, por ello
cada época tiene unas características que enmarcan estilos, paradigmas, y
formas únicas de acentuar sus perspectivas artísticas tomando de sus
antecesores ciertos elementos o por el contrario buscando distanciarse de forma
radical de aquellos legados, pero ciertamente compartiendo la necesidad de
expresarse de acuerdo con sus emociones.
Por
eso encontramos movimientos artísticos que buscan a través de sus obras dejar
plasmado más que figuras la esencia de los sentimientos expresados en el
resultado final del pulimiento de la piedra, del amasamiento del barro y la
arcilla, de la utilización de los colores en el lienzo, el papel o a través de
murales, en la agudeza auditiva de los grandes maestros de la música y en
general a través de todos los elementos que constituyen el arte. De ahí que
podamos hacer referencia al arte en busca de belleza y la perfección, del
realismo y del impresionismo y pasando por muchos más llegar a este nuestro
tiempo y encontrar en los artistas actuales esa misma necesidad que impulso a
los Olmecas y a los Griegos de irrumpir en la realidad misma con sus emociones
y sentimientos desde perspectivas que han tomado rumbos muchas veces distintos
de las academias generando y creando nuevas posibilidades en el campo
artístico.
Estas perspectivas nos
convocan al igual que al tiempo a ir evolucionando constantemente sobre
nuestras apreciaciones, significados y simbologías insistiendo en la posibilidad misma de
observar con otros ojos esto sentimientos plasmados en las obras, ojos
dispuestos a ver más allá de los límites impuestos por la sociedad, limites
comerciales, económicos, políticos, religiosos tratando de encontrar la pureza
positiva o negativa que caracteriza la obra de arte despojándola de velos que
opacan la esencia en su desnudes.
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